2/1/10

Llegaste tú



Llegaste, Señor, a nuestras vidas y nada podrá ya ser igual. La historia ha sido traspasada por tu presencia silenciosa y en tu Encarnación se nos ha revelado el verdadero rostro del ser humano.

Te damos gracias, Señor, porque cumples tus promesas. Llegaste despacito; niño frágil, pobre y humilde. En medio de nuestros dolores y esperanzas, nos abriste las puertas del amor que sueña que otro mundo es posible.

Tú, Señor, eres fuente de alegría que vence, que abraza y que ilumina. Entero entregado por amor, nos regalaste en tu camino de pobres un horizonte a nuestro propio caminar. Como nos dice la liturgia:

"En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.

Por él hoy resplandece ante el mundo el maravilloso intercambio de nuestra salvación; pues al revestirse tu Hijo de nuestra frágil condición no solamente dignificó nuestra naturaleza para siempre, sino que por esta unión admirable nos hizo partícipes de su eternidad.

Por eso, unidos a los coros de los ángeles, te alabamos llenos de alegría" (Prefacio de Navidad III). Cristobal Fones, SJ.

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"Haced, Dios mío, que no desee ni busque nunca más que serviros en la forma que Vos queráis." (M. Alberta)