27/2/10

Horizonte sumergido


Me voy hundiendo en tu mar
como una esponja de corteza seca
por el saqueo del sol y del camino.
De mí van saliendo por los poros
burbujas inquietas en su huida,
seductoras en su brillo y su rumor,
vacías al estallar en la superficie,
pura apariencia iluminada.
Y yo más libre de tanto brillo vano,
purificados mis rincones escondidos,
me voy llenando de verdad.
Tu agua me busca y me revive.
Me llama lo más hondo del océano
con voz de horizonte sumergido.
Al bajar mis días hasta el fondo
lejos del vaivén de olas obsesivas,
andar de oscuridad y de silencio
empapa mi soledad creciente.
Y es más agradecida la paz que me regalas.
El pensamiento se extingue solo
y enmudece imposible la palabra.
Ni esclavo ni ladrón,
sin nervios tensos como rejas,
ni susto hijo del miedo,
ni prisa con sangre de avaricia,
recogidos todos mis sueños y sospechas,
voy dejándome perder
en esta oscura certeza sosegada.
No sé cómo se incuba mi palabra
en este abismo de silencio.
No sé cómo brota tanta vida
de esta muerte en que todo se detiene.
No sé cómo mi yo sale más firme
de este abandono en que me pierdo.
No sé cómo te siento más cercano
cuanto más me hundo en tu misterio.
¿Existirá otro no saber tan luminoso?

Benjamín González Buelta sj

25/2/10

Reglas de discernimiento (I semana)

A todas nos son familiares las reglas de discernimiento de S. Ignacio; pero nunca está de más repasarlas y menos en estos tiempos cuaresmasles en los que, como M. Alberta, queremos "decididamente" seguir a Cristo:


En las personas que van de pecado mortal en pecado mortal, acostumbra comúnmente el enemigo proponerles placeres aparentes, haciendo imaginar delectaciones y placeres sensuales, por más los conservar y aumentar en sus vicios y pecados; en las cuales personas el buen spíritu usa contrario modo, punzándoles y remordiéndoles las consciencias por el sindérese de la razón.


En las personas que van intensamente purgando sus pecados, y en el servicio de Dios nuestro Señor de bien en mejor subiendo, es el contrario modo que en la primera regla; porque entonces propio es del mal espíritu morder, tristar y poner impedimentos inquietando con falsas razones, para que no pase adelante; y propio del bueno dar ánimo y fuerzas, consolaciones, lágrimas, inspiraciones y quietud, facilitando y quitando todos impedimentos, para que el bien obrar proceda adelante.

Llamo consolación quando en el ánima se causa alguna moción interior, con la qual viene la ánima a inflamarse en amor de su Criador y Señor, y consequenter quando ninguna cosa criada sobre la haz de la tierra puede amar en sí, sino en el Criador de todas ellas. Assimismo quando lanza lágrimas motivas a amor de su Señor, agora sea por el dolor de sus pecados, o de la passión de Chirsto nuestro Señor, o de otras cosas derechamente ordenadas en su servicio y alabanza; finalmente, llamo consolación a todo aumento de esperanza, fee y caridad y toda leticia interna que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su ánima, queriéndola y pacificándola en su Criador y Señor.


Llamo desolación todo el contrario de la tercera regla; así como escuridad del ánima, turbación en ella, moción a las cosas baxas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infidencia, sin esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Criador y Señor. Porque así como la consolación es contraria a la desolación, de la misma manera los pensamientos que salen de la consolación son contrarios a los pensamientos que salen de la desolación.



En tiempo de desolación, nunca hacer mudanza, mas estar firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a la tal desolación, o en la determinación en que estaba en la antecedente consolación. Porque así como en la consolación nos guía y aconseja más el buen spíritu, así en la desolación el malo, con cuyos consexos no podemos tomar camino para acertar.

Reglas de discernimiento (I semana)


Dado que en desolación no podemos mudar los primeros propósitos, mucho aprovecha el intenso mudarse contra la misma desolación, así como es en instar más en la oración, meditación, en mucho examinar y en alargarnos en algún modo conveniente de hacer penitencia.



El que está en desolación, considere cómo el Señor le ha dexado en prueba en sus potencias naturales, para que resista a las varias agitaciones y tentaciones del enemigo; pues puede con el auxilio divino, el cual siempre le queda, aunque claramente no lo sienta; porque el Señor le ha abstraído su mucho hervor, crecido amor y gracia intensa, quedándole tamen gracia sufficiente para la salud eterna.



El que está en desolación, trabaxe de estar en paciencia, que es contraria a las vexaciones que le vienen, y piense que será presto consolado, poniendo las diligencias contra la tal desolación, como está dicho en la sexta regla.


Tres causas son porque nos hallamos desolados: la primera es por ser tibios, perezosos o negligentes en nuestros exercicios spirituales, y así por nuestras faltas se alexa la consolación spiritual de nosotros; la segunda, por probarnos para quánto somos, y en quánto nos alargamos en su servicio y alabanza, sin tanto estipendio de consolaciones y crescidas gracias; la tercera, por darnos vera noticia y cognoscimiento para que internamente sintamos que no es de nosotros traer o tener devoción crescida, amor intenso, lágrimas ni otra alguna consolación spiritual, mas que todo es don y gracia de Dios nuestro Señor, y porque en cosa ajena no pongamos nido, alzando nuestro entendimiento en alguna soberbia o gloria vana, attribuyendo a nosotros la devoción o las otras partes de la spiritual consolación.



20/2/10

Más sobre Cuaresma...

Los jesuitas del Centro Arrupe de Valencia también nos ofrecen buenos comentarios para cada semana de la Cuaresma. Pincha aquí...

17/2/10

Cuaresma 2010: Discernir en el Espíritu


Parece que los escritos joánicos están iluminando de un modo especial la nueva andadura de nuestra Congregación. Si las bodas de Caná nos hicieron desear el mejor vino después del Capítulo General, en esta Cuaresma se nos propone un camino de discernimiento sobre la imagen de las siete iglesias del Apocalipsis.
El Apocalipsis guarda además una estrecha relación con la 1 Carta de S. Juan, que se puede denominar la carta por excelencia del discernimiento.

La profundidad de los escritos de Juan nos obliga a detenernos y saborear pausadamente su mensaje, lleno de simbolismo y de un lenguaje que nos introduce en la novedad de una vida mucho más auténtica y real que aquella con la que a menudo nos conformamos.

Discernimiento es para Juan ante todo, discernimiento de una Presencia. Una Presencia que puede ser reconocida en medio del mundo en que vivimos. Curiosamente, reconocer esa Presencia implica conocernos a nosotros mismos. Por ello, Juan nos exhorta a que reconozcamos cuándo estamos en comunión con Jesucristo y cuándo son otros los espíritus que nos mueven: “Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, antes bien, examinad si los espíritus son de Dios, pues muchos falsos profetas han venido al mundo” (1 Jn 4,1).

Ésta disposición a abrirnos al conocimiento de Dios reconociendo nuestra comunión con Jesucristo es una actitud que Juan retiene fundamental para el discernimiento. El discernimiento del que habla Juan en su primera carta no es un simple trabajo mental, sino el reconocimiento de un corazón dispuesto por la presencia activa del Espíritu. Por tanto, la primera pregunta que deberíamos hacernos al iniciar este tiempo de Cuaresma sería:
  • ¿Estoy dispuesta a buscar a Dios en mi corazón, a dejarme confrontar con la vida de Jesucristo? Puede parecer una pregunta innecesaria, y sin embargo implica una opción a rechazar todo lo que en nuestra vida es superficialidad y banalidad. Si no hacemos personalmente una firme opción por salir de la superficialidad, nuestro corazón, sobrecargado y poseído de sí mismo, permanecerá en la tiniebla del amor, en la apariencia de la verdad y de los falsos profetas.
Estos falsos profetas disocian la gloria y la cruz. Sólo el Espíritu de Dios puede descubrirnos la presencia de Dios en la humillación de Jesús de Nazaret. Es por ello necesaria la marcha por el desierto, porque desarrolla en nosotros, como hizo con el pueblo de Israel, la humildad y la confianza en Dios (Dt 8, 2-5). El verdadero discernimiento, el del Espíritu, nos hace descubrir la gloria de Dios en la cruz de Cristo. Este sería otro criterio para reconocer la acción de Dios en nuestras vidas:
  • ¿Las situaciones de cruz, de sufrimiento son para mí manifestación de la gloria de Dios? ¿Siento que crezco en humildad y confianza en Dios frente a estas situaciones?
La tercera disposición consistiría en estar atentas y vigilantes para hacernos sensibles a los signos de la presencia de Dios. Esto requiere que nos acostumbremos a repasar nuestra jornada buscando las huellas de su Presencia; lo cual no se consigue de un modo espontáneo, sino dedicando tiempo a ello:
  • “Os recomiendo para esta Cuaresma cuidar mucho los tiempos de examen diario, darnos un tiempo, un espacio, para pasar lo que vivimos y deseamos por ese lugar escondido del corazón y, reconociendo la presencia de Dios y el sentido profundo de los cotidiano, no quedarnos en la superficie de las cosas. Debemos disfrutar de esos momentos porque, desde dentro, vemos los acontecimientos con otra luz. ¡No lo dejéis! Dedicad un tiempo seguro a confrontar nuestro día con Jesús, lentamente, sin prisas, nos ayudará mucho.” (H. Socorro Cabeza, Circular Cuaresma 2010).
    (Pincha aquí para profundizar en el tema del examen: la oración de la vida)
Por último, Juan invita incesantemente a:
  • Confesar los pecados, a caminar en la luz, a practicar el mandamiento. Son todos ellos signos objetivos que nos aseguran que Dios está con nosotros: “En esto sabemos que le conocemos” (1Jn 2, 3).

Sólo así podremos discernir en el Espíritu, sin reducirlo a:
- Un mero sentimiento experimentado. Se trata de una realidad objetiva cuya seguridad nos proporciona la fe.
- No se trata tampoco de un discernimiento operacional, que busca simplemente qué hacer. Para Juan, la acción, la decisión que debamos tomar, surgirá en el momento adecuado, si permitimos que Jesús actúe en nosotros por su Espíritu.

El discernimiento, más que enseñar a tomar una acción por sí misma, nos sitúa en la atmósfera espiritual necesaria para tomar una buena resolución. Cuando podemos reconocer la acción de Dios en nosotros, todo lo demás se da por añadidura.


Para completar esta introducción a la Cuaresma, te recomendamos otros dos libros que pueden ser de gran ayuda:

- Jean Laplace, Discernimiento para tiempos de crisis, Ed. Encuentro, Madrid 2005.
- Ugo Vanni, Apocalipsis, Verbo Divino, Estella 2001.
- Xavier Alegre, Introducción al Apocalisis, Cuadernos Eides

En la sección recursos encontrarás más materiales.

Y finalmente, aquí te dejamos algunos momentos de la película Apocalipsis, que vale la pena ver:






ENCUENTRO SUPERIORAS AMÉRICA 2011

CURSOS INTERESANTES

ESPECIAL EUCARISTÍA (novedades!)

En esta sección iremos poniendo algunos documentos sobre la Eucaristía que nos pueden ayudar a vivirla con más profundidad.
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"Haced, Dios mío, que no desee ni busque nunca más que serviros en la forma que Vos queráis." (M. Alberta)