2/7/10

Vacaciones, experiencia de Dios


Comienza, en este mes de julio, para muchas de nosotras, un tiempo diferente, de cese del trabajo cotidiano, de cambio de ritmo y actividad; un tiempo privilegiado, de mayor descanso y ocio.

Jesús también sabía procurarse sus tiempos de descanso y, sabía hacer descansar a todos los que estaban a su alrededor. Pedía a sus apóstoles: "Vayan a un lugar apartado a descansar un poco" (Mc 6,31), después de gastar horas dedicadas a la atención de personas que buscaban una salida a sus preocupaciones. Otras veces, les sorprendía llevándoselos a pasar un día de pesca en el lago de Tiberíades.

Le gustaba tener amigos y dedicar tiempo a estar con ellos, como en las bodas de Caná o en los encuentros con la familia de Pedro. Disfrutaba en casa de Marta, María y Lázaro, por quienes sentía un especial cariño. En Betanía solía descansar de las fatigas del camino. Asimismo, dedicaba también una buena parte de su tiempo de descanso a estar largos ratos de oración a solas con su Padre.

Jesús nos enseña que el descanso es tiempo con Dios y con los demás. Un espacio que nos permite liberarnos de la preocupación del rendimiento y de la eficacia. Un lugar donde podemos soñar y proyectar. Tras el descanso, nuestro ser se esponja y se renueva. El ocio nos ayuda a valorarnos, no por lo que hacemos, sino por lo que somos; a centrar nuestra vida en Dios. Saber descansar es importante. Tagore dice que “el descanso es del trabajo como los párpados son de los ojos”.

El tiempo de ocio puede ser generador de vida y sobre todo de inspiración y de creación. Sentimos que necesitamos este tiempo de ocio para ser nosotras mismas y para descubrir potencialidades escondidas, pensamientos y sentimientos en los que no nos hemos detenido suficientemente. Tiempo para proyectar, para ir inventando un futuro mejor con nuestros sueños… En vacaciones, nuestros ojos pueden captar las imágenes desde otro ángulo. Apreciamos mejor la presencia de Dios en nuestra vida y en la de los demás.

Estos días diferentes nos permiten renovarnos también en nuestra vocación de peregrinas por esta tierra, rumbo al Reino de Dios. Constituyen un tiempo para verificar y no perder el rumbo, para el encuentro con nuestros seres queridos, familiares y amigos. Tiempo para el agradecimiento, a la vez que le pedimos a Dios por todos aquellos que no pueden disfrutar, por diversos motivos, de un tiempo de descanso, en especial los enfermos y ancianos.

Saber descansar cristianamente es hacer del tiempo de ocio un tiempo para entrar en una dinámica distinta, privilegiando las relaciones que nos construyen y alimentan. Es tiempo para la acogida reposada y gozosa del sol y la brisa, como caricias que nos llegan del Dios de la Vida. Tiempo para abrir los oídos, disfrutar de la música, del juego y del humor, de tiempos de soledad sonora. Tiempo para la lectura saboreada, el paseo y la oración... Y todo ello vivido como experiencia espiritual.

En este sentido, Juan Pablo II, nos sugiere vivir las vacaciones “como momentos importantes de la existencia de la persona que tienen la posibilidad de recuperar los aspectos más profundos de su existencia y de su actividad".

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"Haced, Dios mío, que no desee ni busque nunca más que serviros en la forma que Vos queráis." (M. Alberta)