2/3/10

El ojo simple de la intención


La búsqueda de la simplicidad (aplotes) y de la unicidad del corazón estuvo ya presente desde los primeros monjes del desierto. Esta simplicidad se oponía a la duplicidad del corazón (dipsuchia) y en la práctica se traducía en guardar la mente, vigilar sobre los propios pensamientos, procurar una sola dirección en los sentimientos.

Clemente de Alejandría (s. II) eligió como símbolo de la simplicidad y de la rectitud de intención el unicornio, precisamente por tener un solo cuerno en su cabeza que apuntaba hacia delante.

Por su parte, Alberto Magno, comentando Mt 6, 22: “El ojo es la lámpara del cuerpo. Si tu ojo fuera simple, todo tu cuerpo estará luminoso”, dice de la simplicidad que es sin pliegues de doblez ni de error y tal es el ojo que mira lo eterno por medio de una intención recta. Se sirve a su vez de la paloma del Cantar de los Cantares (Cant 3: Mt 10, 16) para simbolizar esta simplicidad. Dice de ella que tiene la belleza y la gracia de su tierno modo de vida (conversatio) porque no pretende nada pomposo y a ella la viste el Espíritu Santo.

Fijar la atención en la simplicidad de intención dentro del contexto del discernimiento resulta fundamental. El mismo S. Ignacio la pone de relieve en sus Ejercicios en el preámbulo de la elección [169]: “El ojo de nuestra intención debe ser simple”. Esta afirmación expresa con determinación que no es posible seguir adelante en la elección si falta esta simplicidad. Lo que Ignacio quiere transmitir es que en toda buena elección “el ojo de nuestra intención debe ser simple”.

Mirar con ojo puro y simple el fin parece ser el requisito indispensable para adentrarse en la elección. Esta disposición es la más necesaria y al mismo tiempo la más difícil de conseguir.
Ignacio, probablemente, retomó la expresión del Kempis que nos recuerda:

“Cuanto más puro sea el ojo de la intención, con tanta más constancia se camina en medio de las más variadas tempestades. Pero el ojo de la pura intención se oscurece en muchas cosas, porque se mira fácilmente a lo que se presenta como deleitoso (…) Se ha de limpiar, por tanto, el ojo de la intención, para que sea sencillo y recto, y para que se dirija hacia Mi por encima de todos los diversos medios.” ( Lib III, c. 23).

La purificación del corazón que tratamos de vivir en este tiempo de Cuaresma tiene también mucho que ver con esta mirada simple y recta de nuestra intención.


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