17/2/10

Cuaresma 2010: Discernir en el Espíritu


Parece que los escritos joánicos están iluminando de un modo especial la nueva andadura de nuestra Congregación. Si las bodas de Caná nos hicieron desear el mejor vino después del Capítulo General, en esta Cuaresma se nos propone un camino de discernimiento sobre la imagen de las siete iglesias del Apocalipsis.
El Apocalipsis guarda además una estrecha relación con la 1 Carta de S. Juan, que se puede denominar la carta por excelencia del discernimiento.

La profundidad de los escritos de Juan nos obliga a detenernos y saborear pausadamente su mensaje, lleno de simbolismo y de un lenguaje que nos introduce en la novedad de una vida mucho más auténtica y real que aquella con la que a menudo nos conformamos.

Discernimiento es para Juan ante todo, discernimiento de una Presencia. Una Presencia que puede ser reconocida en medio del mundo en que vivimos. Curiosamente, reconocer esa Presencia implica conocernos a nosotros mismos. Por ello, Juan nos exhorta a que reconozcamos cuándo estamos en comunión con Jesucristo y cuándo son otros los espíritus que nos mueven: “Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, antes bien, examinad si los espíritus son de Dios, pues muchos falsos profetas han venido al mundo” (1 Jn 4,1).

Ésta disposición a abrirnos al conocimiento de Dios reconociendo nuestra comunión con Jesucristo es una actitud que Juan retiene fundamental para el discernimiento. El discernimiento del que habla Juan en su primera carta no es un simple trabajo mental, sino el reconocimiento de un corazón dispuesto por la presencia activa del Espíritu. Por tanto, la primera pregunta que deberíamos hacernos al iniciar este tiempo de Cuaresma sería:
  • ¿Estoy dispuesta a buscar a Dios en mi corazón, a dejarme confrontar con la vida de Jesucristo? Puede parecer una pregunta innecesaria, y sin embargo implica una opción a rechazar todo lo que en nuestra vida es superficialidad y banalidad. Si no hacemos personalmente una firme opción por salir de la superficialidad, nuestro corazón, sobrecargado y poseído de sí mismo, permanecerá en la tiniebla del amor, en la apariencia de la verdad y de los falsos profetas.
Estos falsos profetas disocian la gloria y la cruz. Sólo el Espíritu de Dios puede descubrirnos la presencia de Dios en la humillación de Jesús de Nazaret. Es por ello necesaria la marcha por el desierto, porque desarrolla en nosotros, como hizo con el pueblo de Israel, la humildad y la confianza en Dios (Dt 8, 2-5). El verdadero discernimiento, el del Espíritu, nos hace descubrir la gloria de Dios en la cruz de Cristo. Este sería otro criterio para reconocer la acción de Dios en nuestras vidas:
  • ¿Las situaciones de cruz, de sufrimiento son para mí manifestación de la gloria de Dios? ¿Siento que crezco en humildad y confianza en Dios frente a estas situaciones?
La tercera disposición consistiría en estar atentas y vigilantes para hacernos sensibles a los signos de la presencia de Dios. Esto requiere que nos acostumbremos a repasar nuestra jornada buscando las huellas de su Presencia; lo cual no se consigue de un modo espontáneo, sino dedicando tiempo a ello:
  • “Os recomiendo para esta Cuaresma cuidar mucho los tiempos de examen diario, darnos un tiempo, un espacio, para pasar lo que vivimos y deseamos por ese lugar escondido del corazón y, reconociendo la presencia de Dios y el sentido profundo de los cotidiano, no quedarnos en la superficie de las cosas. Debemos disfrutar de esos momentos porque, desde dentro, vemos los acontecimientos con otra luz. ¡No lo dejéis! Dedicad un tiempo seguro a confrontar nuestro día con Jesús, lentamente, sin prisas, nos ayudará mucho.” (H. Socorro Cabeza, Circular Cuaresma 2010).
    (Pincha aquí para profundizar en el tema del examen: la oración de la vida)
Por último, Juan invita incesantemente a:
  • Confesar los pecados, a caminar en la luz, a practicar el mandamiento. Son todos ellos signos objetivos que nos aseguran que Dios está con nosotros: “En esto sabemos que le conocemos” (1Jn 2, 3).

Sólo así podremos discernir en el Espíritu, sin reducirlo a:
- Un mero sentimiento experimentado. Se trata de una realidad objetiva cuya seguridad nos proporciona la fe.
- No se trata tampoco de un discernimiento operacional, que busca simplemente qué hacer. Para Juan, la acción, la decisión que debamos tomar, surgirá en el momento adecuado, si permitimos que Jesús actúe en nosotros por su Espíritu.

El discernimiento, más que enseñar a tomar una acción por sí misma, nos sitúa en la atmósfera espiritual necesaria para tomar una buena resolución. Cuando podemos reconocer la acción de Dios en nosotros, todo lo demás se da por añadidura.


Para completar esta introducción a la Cuaresma, te recomendamos otros dos libros que pueden ser de gran ayuda:

- Jean Laplace, Discernimiento para tiempos de crisis, Ed. Encuentro, Madrid 2005.
- Ugo Vanni, Apocalipsis, Verbo Divino, Estella 2001.
- Xavier Alegre, Introducción al Apocalisis, Cuadernos Eides

En la sección recursos encontrarás más materiales.

Y finalmente, aquí te dejamos algunos momentos de la película Apocalipsis, que vale la pena ver:






ENCUENTRO SUPERIORAS AMÉRICA 2011

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ESPECIAL EUCARISTÍA (novedades!)

En esta sección iremos poniendo algunos documentos sobre la Eucaristía que nos pueden ayudar a vivirla con más profundidad.
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"Haced, Dios mío, que no desee ni busque nunca más que serviros en la forma que Vos queráis." (M. Alberta)