En este poema, M. Alberta, da voz a la Caridad, que se presenta a sí misma. Sin embargo, también lo podemos leer referido a la Madre y advertiremos que casa perfectamente con lo que fue su vida: una constante entrega de amor.


Que ella nos enseñe hoy a unir el Cielo con la tierra en nuestro servicio, en nuestra oración, y principalmente en nuestro amor.