
1. “Dame de beber”
Comienza a pensar en el otro, comienza la cuaresma con un pequeño gesto de amor.
2. “¿Cómo tú me pides de beber a mí…?”
Un pequeño gesto de amor hace surgir la pregunta: ¿por qué lo tengo que hacer?
La fraternidad llega incluso donde no existe la amistad. No nos deben desconcertar las dificultades o diferencias. No son la última palabra de nuestra vida de consagrados. ¿Encuentras una respuesta que te motive a entregarte generosamente?
3. “Si tú conocieras el don de Dios”
La consagración es la obra de Dios, no nuestra obra. Los momentos de oscuridad, crisis o cansancio no cambian nuestro estado de personas consagradas; no cambian lo que somos ante Dios. ¿Hacia dónde se inclina el barómetro de tu confianza? ¿Hacia Dios o hacia tus propias fuerzas?
4. “Señor, el pozo es profundo y tú no tienes con qué sacar el agua”
La humanidad de Jesús nos crea problemas. Confiarse a él. Entrar en un camino desconocido. ¿Qué seguridades te impiden todavía seguir sus pasos?
5. “Nunca más tendrás sed”
Jesús invita a hacer un examen de nuestra vida. ¿Cuáles son las alegrías efímeras que no acaban de saciar nuestra sed? ¿Qué nos van haciendo solidamente felices? ¿Cuál es la alegría que perdura?