27/6/11

Contando estrellas



No me ha resultado difícil identificarme con los sentimientos de Abram en esta escena que precede a la alianza que Dios hará con él. Es la experiencia del desencanto, del vacío, de la «infecundidad». Recordaba esos momentos en que uno se ha ilusionado, empeñado, trabajado, preparado y sudado haciendo algún trabajo... y el resultado no ha sido el esperado. Esos momentos en que las declaraciones u opciones de nuestras autoridades eclesiales o de los responsables laborales no las compartimos, nos duelen, nos escandalizan, o incluso nos parecen abiertamente equivocadas... Esos momentos en los que tu Comunidad o tu parroquia, o la gente en que confiabas te decepciona. Esos momentos en que te miras a ti mismo y te desanimas al ver que no avanzas, que metes la pata, que no consigues que se cumplan tus sueños y proyectos... Esos momentos en que no ves que otros se identifiquen con tus ideales, que no ves un posible relevo, en que te parece que cada vez somos menos, que somos los de siempre, pero más cansados... Esos momentos en que podríamos decir que estamos a oscuras, que se nos ha hecho de noche.

Me tranquiliza y llena de esperanza al ver que Dios se ha dado cuenta del desánimo, la tristeza o el vacío de Abram, y se le acerque, tomando la iniciativa, con este saludo: primero de todo «no temas». Porque sí, el miedo, el temor, el acobardarse suelen ser las reacciones humanas normales ante situaciones que percibimos como sin salida, «negras». En segundo lugar «yo soy tu escudo», no eres tan vulnerable como pensabas, yo no voy a permitir que todos esos sentimientos te dañen, yo te protejo y te defiendo.
Abram reconoce que las cosas le han ido bien, que tiene «cosas» abundantes, recibidas de Dios, pero se atreve a quejarse, e incluso a reprochar a Dios: ¿para qué todo eso si no ve un futuro que le ilusione? No tener futuro es duro, triste, frustrante. Sí, ¿para qué todo eso por lo que vengo luchando, y me esfuerzo, esa Iglesia, ese grupo, esa comunidad, ese grupo de trabajo, ese proyecto que he soñado y construido... si no veo los resultados que quisiera, si se agota conmigo y cualquier otro me sustituirá y hará con ello lo que le dé la gana?
Pero el Dios que se le acerca es el Dios de las promesas, el Dios del futuro, el Dios que abre horizontes, que hace posibles los sueños. Y lo «saca»: «El Señor lo sacó afuera». No sabemos de dónde. Pero lo saca. Este Dios es «el que te sacó de Ur de los Caldeos». Parece como si Dios quiere enseñarle que a veces todo es muy oscuro porque nuestra «tienda» es muy, demasiado pequeña, y entonces es fácil sentirse asfixiado, agotado, aburrido... El Señor que quiere que miremos al cielo (que le miremos a Él) y que nos pongamos «a contar estrellas». Pues sí, hay muchos puntos luminosos en la noche, hay muchos -aunque puedan parecernos pequeñitos- signos de esperanza, la noche no es noche del todo.
Además la «fecundidad» es cosa de Dios. Hay que atreverse a confiar, a ponerse en sus manos. Yo tendré que hacer lo que me pida, por raro que me parezca (vaya cosas que le pide Dios: una ternera, una cabra, un carnero, una tórtola y un pichón... !!!!). Hacer lo que tengo que hacer, probablemente lo mismo que estaba haciendo, aunque «fuera» al descubierto, al raso, dándome cuenta de las muchas estrellas...porque Dios se compromete conmigo. Él hará el resto. Yo seré su «siervo inútil» como explicará Jesús en el Evangelio.
Pero tengo que «creer». «Abram creyó al Señor», le hizo caso, se fió de él. No verá personalmente cumplidas aquellas promesas (la tierra y una larga descendencia), sólo «un hijo de sus entrañas». Es un pobre comienzo. Nosotros, cristianos, hemos recibido un «hijo de las entrañas de Dios». Es mucho más que lo que recibió Abram. Y el horizonte se nos ha abierto infinitamente. No recibiremos una tierra, sino «todo», porque en Él Dios nos ha enriquecido con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Después de la noche de Pascua no ha sido un puñado de estrellas en el cielo lo que hemos podido ver, sino todo un Sol que nace de lo alto.
O sea: que sí, hay futuro, hay fecundidad, hay horizonte. Pero hay que creer. Hay que confiar. Tengo que creer, tengo que confiar. El Señor ya hará todo lo demás.
Bendito sea el Dios del futuro, el Dios de la promesa, el Dios de la fecundidad y de la vida. Él es nuestro escudo, es nuestro Dios.
Enrique Martínez, cmf.

22/6/11

Sostenido por la Eucaristía

El testimonio del Card. Nguyen Van Thuan nos puede ayudar a celebrar la fiesta del Corpus Christi, y a experimentar en la Eucaristía la fuerza del amor. Pincha en la foto.




1/6/11

Desde una perspectiva teológica: Desastres y un nuevo comienzo del universo

Mayo 16, 2011

La reconstrucción de las casas en la misma zona después de una inundación destructiva, Filipinas

Niko Bilić SJ

La conocida narración del libro del Génesis sobre la historia de la primera alianza en la Biblia toca el tema de un desastre masivo y un nuevo comienzo, una esperanza en el peor de los escenarios de nuestra situación ambiental actual.

La descripción es famosa: El cielo se calma, la luz del sol se derrama en todo el espectro de los agradables colores de un arco iris. En la historia bíblica, la catástrofe universal es muy real, así la experiencia de una ciudad devastada y el templo, marcan el fin de la soberanía.

El desastre ha terminado y el justo Noé, junto con sus hijos, escucha la palabra de Dios (Génesis 9:8-18). Hoy en día, la imagen nítida de las aguas devastadoras está muy presente para nosotros, así la reciente experiencia de las inundaciones que han afectado incluso sociedades desarrolladas como Australia en 2010 y nuevamente a principios de este año.

Noé tenía una buena razón para confiar desde el principio, incluso antes de que las aguas del diluvio llegasen. Lo que Dios quería y comunicó a los que estaban dispuestos a escuchar, se estaba cumpliendo en ese momento: “y aquí, yo establezco un pacto” (Génesis 9:8). Por primera vez, la Escritura en su original hebreo berit introduce la expresión clave en un contexto específicamente ecológico. El relato del establecimienot de la primera alianza tiene sus obligaciones y su confianza confirmada por el simbolismo de repetir siete veces berit (Génesis 9:8-17).

El primer pacto en la Biblia aparece actual para nosotros, debido a la experiencia ecológica de las sociedades modernas. El lector descubre de inmediato quien es la otra parte del pacto con Dios: Noé y sus hijos (Génesis 9:9-15) que representa la humanidad. Pero Dios dirige este pacto expresamente a “todos los seres vivos”. Por último, según el discurso posterior de Dios, el pacto se concluye con la misma tierra (Génesis 9:13).

Frente a una visión teológica común, según la cual el pacto se realiza exclusivamente con el pueblo elegido de Dios en el contexto de su historia de la salvación, la principal y primera alianza nunca cancelada es muy amplia, abarcando tanto la totalidad de la humanidad, a través de todas las generaciones, como a todo el entorno natural. No es una noción puramente espiritual, cuando los narradores destacan que Dios está estableciendo un pacto con “todos los vivientes” (Génesis 9:15-17), apuntando ya a la noción de la Encarnación, tan central para el pensamiento cristiano del Nuevo Testamento. Dios está haciendo un pacto con todos los vivientes.

Hoy somos conscientes de que no sólo las condiciones físicas y químicas de la vida en nuestro planeta azul es un milagro astronómico, sino también que toda la Tierra es un sistema interdependientes y mutuamente relacionado, una red compleja y recíprocamente interactiva de vida. Desde su inicio, las Escrituras reconocen esta dimensión cósmica. En cierto modo, la universalidad ecológica de la primera alianza corrige el relato sobre la creación del primer capítulo del Génesis. Si allí era posible ver al hombre con autoridad sobre la naturaleza, el destino de Noé hace inequívocamente claro que el cosmos entero está bajo la protección de Dios.

El signo de la alianza – el arco iris – es profundamente significativo, porque va más allá de simbolismo puramente literario, y es parte de nuestro mundo real. El arco iris atrae a nuestros ojos, es hermoso y evidente, y eleva nuestra mirada al cielo: al mismo tiempo, nunca aparece cuando queremos. Esta señal sigue siendo un misterio, más allá de nuestro poder y control.


El arco iris es también una señal de que no se limita a la esfera sacra y religiosa en el sentido estricto, sino que es un fenómeno físico, recordando que todos los seres creados son un don de Dios. Esta alianza “ecológica” es anterior, y más extensa y profunda que el pacto histórico entre Dios y el “pueblo escogido”. La naturaleza antecede a la gracia – como insistía tanto Tomás de Aquino – y Noé y su destino nos recuerdan que la propia naturaleza es obra de Dios, un beneficio central y bendición del Creador. La naturaleza es el primer don de la historia, y la naturaleza es la primera gracia que se nos confía.

Niko Bilić, SJ.

Si os ha gustado esta reflexión, podéis encontrar otras igualmente interesantes en la siguiente web: Ecología y jesuitas en comunicación

ENCUENTRO SUPERIORAS AMÉRICA 2011

CURSOS INTERESANTES

ESPECIAL EUCARISTÍA (novedades!)

En esta sección iremos poniendo algunos documentos sobre la Eucaristía que nos pueden ayudar a vivirla con más profundidad.
Pincha aquí

"Haced, Dios mío, que no desee ni busque nunca más que serviros en la forma que Vos queráis." (M. Alberta)